El implante dental es un pequeño componente de titanio que se introduce en el hueso maxilar ocupando el lugar de la raíz natural del diente ausente, lo que permite reemplazar la pieza natural perdida. El titanio es bien tolerado por el organismo humano, y se ha demostrado que el hueso forma una unión sólida con el titanio.
Existen muy pocas contraindicaciones absolutas, entre las que podemos destacar enfermedades graves que influyan en el metabolismo del hueso, infecciones específicas, tumores malignos que afecten al hueso, o radioterapia en grandes dosis.
El implante puede colocarse en una operación de cirugía ambulatoria con anestesia local, lo que resulta mucho más cómodo y beneficioso para el paciente. En intervenciones de larga duración (rehabilitaciones completas, elevaciones de seno maxilar, regeneración ósea) se puede recurrir a un médico anestesista para una sedación intravenosa monitorizada.
Al contrario de lo que pueda parecer, en muchos casos el post-operatorio supone menos molestias e incomodidades que otras intervenciones menores en Odontología. Un implante bien colocado no debe doler, únicamente puede ocasionar molestias la herida en la encía durante el proceso de cicatrización. Es fundamental observar una escrupulosa higiene para evitar sobreinfecciones de la encía. Normalmente se prescriben antibióticos por seguridad. En los casos de grandes intervenciones, como elevaciones de seno maxilar o injertos, aparece frecuentemente hinchazón durante los primeros días, si bien no resulta dolorosa y permite hacer vida normal.
Una vez osteointegrado el implante o los implantes, podemos fijar coronas individuales, puentes de varias piezas o prótesis dental completa, recuperando de este modo, la estructura, estética y funcionalidad que el paciente tenia antes de la perdida de la/s pieza/s.